Un estudio realizado hace unos años revelaba que la memoria familiar se pierde en tres generaciones. De hecho, sólo un 5 % de los encuestados recuerda el nombre de sus bisabuelos. Puede resultar paradójico que ocurra este hecho en un país en el que en más de 600 mil hogares viven tres generaciones.
Memoria que necesitamos refrescar cuando asistimos perplejos a la cruel infección vírica que está causando estragos entre nuestros abuelos y bisabuelos. Los “niños de la guerra” y los “niños de la autarquía” sufrieron hambre, miseria, trabajo infantil, exilio, emigración, trabajo a destajo, dictadura, persecución, lucha por la libertad y la concordia, y finalmente, lograron la llegada de la democracia. Con el talante, la moderación y la necesidad de concordia que dan formar parte de una generación que ha visto los horrores de la guerra tan cercanos. Alguien dijo que los españoles tienen una guerra civil cada tres o cuatro generaciones. Espero que fuera una opinión de siglos pasados, pero para ello es muy necesario recurrir a la Memoria.
Y en las siguientes décadas olvidaron sus rencores, sus odios, trabajaron por estructurar un país democrático y moderno, a la vanguardia de Europa y del Mundo. El trabajo a destajo no cesó para lograr hijos universitarios, “preparados“, con una vida mejor. De hecho, era su gran obsesión, lograr para sus hijos y nietos una vida mejor que la que tuvieron que sufrir ellos. Incluso en la anterior crisis volvieron a apretar el cinturón (nadie mejor entrenado que ellos) para sacar adelante a esos hijos “mejor preparados” y a sus familias, con sus pensiones y ahorros empapados de sudor de décadas de trabajo. Cuando uno tiene un objetivo vital, el dinero pierde todo su valor si no va a destinado a él. La generación de la generosidad, porque tenían Memoria.
La mejor generación de españoles de los últimos siglos. La única que logró 80 años de paz y legó la mejor España de la historia para sus descendientes. Tan buena, que hasta al partir se está sacrificando. Un final injusto, en soledad, ingrato porque ni siquiera el entorno aporta una figura humana, sino más bien algo parecido a extraterrestres de esas películas modernas que tanto les gustan a sus nietos. Pero sin sus nietos. Ni hijos. Ni nadie.
La mejor generación de españoles no puede ser olvidada. No puede convertirse en mero número estadístico diario, en una contabilidad fría que guarde la historia en un cajón del olvido. Lo que nos hizo evolucionar como especie fue el recuerdo y la veneración de los que fallecían. No demostremos más pasos hacia atrás en humanidad de los que hemos dado a nivel informativo y político en estas últimas semanas.
Cuando todo termine, cuando despertemos de esta pesadilla, cada pueblo, cada ciudad, cada comunidad debería inscribir nombre por nombre en algún tipo de monumento a todos aquellos caídos en esta guerra vírica para que nadie los olvide, para que sus nietos y bisnietos los recuerden, para que la historia haga justicia. Un lugar de recuerdo y homenaje para familiares, que ni siquiera pudieron despedirse de ellos, y para toda una sociedad que ahora tendrá que demostrar estar “preparada” para sacar adelante este país sin los mejores.
Por esto y mucho más, Memoria.
Artículo publicado en Málaga Actualidad por Javier Pareja de Vega