Una de las cosas que me llevó a interesarme por la política activa es que no tolero muy bien la figura del político profesional, ese personaje cuyo partido lleva cultivando desde la época universitaria, destacando en las correspondientes ‘juventudes’, regado y abonado por sus mayores, moldeado a su imagen y semejanza, para, llegado el momento, ser trasplantado a cargo público sin más curriculum que el carné del partido. Sin oficio, pero con beneficio. Yo los llamo ‘los germinados’. Y abundan tanto en el PP como en el PSOE.
No me gusta que sean estos germinados quienes decidan sobre mi futuro y el de mis hijos, porque son personas ajenas a los problemas de la vida real. No han pasado por ninguna entrevista de trabajo. No ha pagado una cuota de autónomo. No han abonado una nómina. No saben lo que es tener que despedir a alguien. Viven ajenos a la cultura del esfuerzo. Viven ajenos al 99,9% de nosotros. Nos conocen de oídas, pero no tienen ni idea de cuáles son los problemas de la vida real. Como los jedis, son reclutados a edades tempranas para que vivan ajenos a toda emoción o sentimiento.
La última tomadura de pelo, en esta ocasión por parte del Sanchismo, es la propuesta de cuotas de autónomos “según ingresos reales” que ha propuesto nuestro Gobierno. Una suerte de cuotas en función a lo facturado que hace que a uno se le pongan los pelos de punta. 859€ de cuota para alguien que facture 2760€. Demencial.
No han sido autónomos en su vida. Es más: no han hablado con autónomos en su vida. No tienen ni idea de lo que supone lidiar con la incertidumbre mes a mes. Lo frustrante que puede llegar a ser ver la enorme cantidad de impuestos que ya de por sí paga un autónomo, entre la cuota, el IVA y el IRPF para ver cómo lo despilfarran en ministerios estúpidos llenos de mangurrianes paniaguados; en mantener duplicidades y triplicidades de competencias porque los unos y los otros tienen que mantener colocaditos a sus afiliados.
Nos van a hacer pagar lo mismo que se paga por un trabajador por cuenta ajena pero sin derecho a vacaciones pagadas; sin derecho a paga extra; sin derecho a contrato fijo; sin derechos a indemnización por cese de actividad; sin derecho a cobrar sueldo en caso de morosidad. Sin derechos, pero con todos los deberes.
Fíjense si no tienen ni idea de lo que supone ser un autónomo que hacen justo lo contrario que haríamos cualquiera de nosotros: cuando las cosas vienen apretadas, un autónomo lo primero que hace es contener el gasto, no aumentar los ingresos. Porque reducir gastos es doloroso pero fácil, mientras que para conseguir más ingresos hay que invertir en publicidad y gastar dinero, tiempo y esfuerzo en el departamento comercial. No tenemos un botón que diga “obtener más ingresos”, por más que algunos políticos piensen que sí.
Para ellos es al contrario: lo fácil es subir los impuestos, porque sí que tienen un botón, y lo difícil es decidir qué chiringuito cerrar y a qué amiguetes mandar al paro. Es así de sencillo. No le busque usted más pies al gato: suben los impuestos porque necesitan mantener a toda la piara de mamandurrios.
A la indignación propia por ser autónomo y ver cómo pretenden que paguemos nosotros sus desmanes se suma la terrible sospecha de que los economistas del Gobierno se licenciaron en la Universidad de Barrio Sésamo. Sólo así se explica que no vean de venir cómo esta medida va a terminar fomentando la economía sumergida, el chanchullo de darse de alta una vez cada tres meses, el trapicheo entre comprador y vendedor con tal de mantener los umbrales de facturación por debajo del siguiente tramo, lo cual además reduce también el ingreso por IVA e IRPF de cada factura escondida para abonar una menor cuota.
¿Hasta cuándo aguantar que políticos profesionales, que no han dado un palo al agua fuera de la política, que son ajenos a la realidad de las personas sobre las que gobiernan, sigan decidiendo sobre las vidas reales de las personas reales?
Artículo de opinión de Alejandro Soler en Málaga Actualidad (18-01-2022)