El Diputado provincial de Cs Gonzalo Sichar ha sido este año el pregonero de la vigesimoséptima edición de la Fiesta de la Castaña en la localidad axárquica de Alcaucín, que se ha celebrado el 3 de noviembre.

La Fiesta de la Castaña, una cita con la cultura tradicional ancestral, tiene cada año un representante público que ha trabajado por los intereses del municipio como pregonero. Encargado de resaltar una cita, que reúne no sólo a vecinos sino a visitantes del resto de la provincia y de numerosos rincones de Andalucía, por el encanto del evento en el que se reparten castañas, batatas y anís, en una divertida jornada de convivencia.

El alcalde del municipio Mario Blancke (Cs) ha explicado que esta edición se ha querido contar con la presencia de Sichar por el impulso que el grupo político del que es portavoz en Diputación, ha hecho en aras de impulsar el proyecto de creación de un Centro de Interpretación del Hombre Neanderthal, único en Andalucía.

A continuación el pregón que ha pronunciado Gonzalo Sichar durante las fiestas:

“Hace unas semanas, vuestro alcalde se puso en contacto conmigo para ofrecerme la posibilidad de dirigirme a vosotros en este momento, y para otros hubiera sido un “marrón”, para mí hoy es la ocasión de hablaros de marrones… pero entendámoslos como la traducción francesa del término. En efecto, marron en francés, significa castaña.

Ahora bien, hay que ver cómo sacamos las castañas del fuego, porque el desafío no es menor.

Por toda nuestra geografía española, la castaña es el símbolo del inicio del otoño, y no pocos asociamos esos kioscos en medio de la calle asando castañas a los que nos dirige inexorablemente el humo y el olor con el que anticipamos el delicioso sabor de la castaña asada con la llegada del frío. Y es que cuando el frío llega de repente y corremos hacia el armario para guardar la ropa de verano y que su sitio lo ocupen abrigos, jerseys, bufandas y guantes, cuando deja de apetecer el gazpacho y te reconforta llegar a casa y encontrar una buena sopa caliente o un cocido, la castaña adquiere protagonismo en nuestro menú y en nuestras tradiciones.

La fiesta de la castaña hunde sus raíces en otra fiesta señera a nivel nacional, la noche de todos los Santos, cuando las campanas de las iglesias de toda nuestro país tocaban hasta el amanecer para recordar a los vecinos que había llegado el momento de orar por los difuntos. Normalmente, en tan penosa tarea, siempre había algún vecino o familiar que acompañaba al campanero y que para combatir el frío nocturno y reponer fuerzas tras el esfuerzo, compartía con este unas castañas asadas. Esta tradición, bajo distintas manifestaciones, se ha mantenido gracias al compromiso de los habitantes del pueblo que se reunían en la plaza del pueblo para compartir castañas y batatas, al igual que hemos hecho hoy, hasta que se convirtió en una fiesta municipal en el año 1992. Desde entonces van ya 26 exitosas ediciones, más la que sumamos en el día de hoy.

En este marco incomparable como es el Parque Natural de la Sierra de Tejeda, Alhama y Almijara, donde abundan los castaños, actividades como la de hoy, en la que habéis plantado castaños, contribuyen a cuidar el medio ambiente, a generar riqueza y a mantener tradiciones como las que hoy nos reúnen a todos, lugareños y visitantes, en esta plaza.

Y es que la castaña se merece éste y todos los homenajes que se le quieran brindar. En efecto, este pequeño fruto nos ha aportado mucho, y para ello basta con consultar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, donde nuestro fruto se localiza en la séptima acepción, por lo que encontramos otras seis más usuales, que incluyen el color, ya que el término «castaño» o «castaña» se utiliza para objetos que presenten el color característico del fruto, desde cualquier objeto hasta el pelo de las personas, pasando por los caballos de color rojizos… también se utiliza el término para referirse al árbol y a la madera del castaño, no solo al fruto, y presenta numerosos significados posteriores en función de la región en la que se utilice el término… se trata, pues, de un término rico en acepciones y que contribuye especialmente a enriquecer también nuestro idioma.

La castaña ha estado presente en la comarca de Alcaucín antes incluso que el hombre, y eso que el hombre de Neanderthal ya hollaba esta tierra o, al menos, el Boquete de Zafarraya, hace ya más de 30.000 años, y las pruebas arqueológicas han demostrado que esa presencia ha sido continuada, ya que tenemos rastros de época Neolítica e incluso un asentamiento de la Edad de Bronce, hace ya más de 3.000 años.

En efecto, nos encontramos en una tierra privilegiada, escogida por el ser humano desde que éste llegó a nuestro continente, y prueba de esta predilección es la circunstancia de la fundación por parte de los fenicios del castillo de Zalea y que fortificaron los árabes, quienes le confirieron un gran valor estratégico habida cuenta de su relevancia en la comunicación entre el litoral y el interior.

La villa de Alcaucín, o de Los Arcos en árabe, nombrada así por aquellos reconocidos fabricantes de arcos de tejo que eran la principal manufactura de esta zona, fue asediada por los Reyes Católicos, y conquistada en 1485.

En definitiva, se trata de un enclave privilegiado por su entorno, en pleno parque natural, por su clima, y por sus gentes, que son lo mejor de entre lo bueno y entre los que me honro de contar con grandes amigos, aunque también ha recibido, a lo largo de la historia, alguna que otra «castaña», como el terremoto que sufrió el día de Navidad de 1884, y que si bien asoló gran parte del norte de la Axarquía, por su proximidad al epicentro, la localidad malagueña de Alcaucín fue de las más afectadas, con numerosos edificios derruidos, y unas labores de rescate y auxilio especialmente complicadas al confluir con una copiosa nevada y, a pesar de que la virulencia del seísmo fue tal que hasta se cambiaron los cursos de varios cauces de agua subterráneas, los alcaucimeños supieron recuperarse con paso firme hasta llegar al punto en que se encuentran hoy. Los «tiznaos», como se conoce también a los habitantes de este pueblo, supieron apoyarse en la propia Sierra Tejeda para volver a levantarse, de la mano de carboneros, pastores, neveros e, incluso, algún que otro contrabandista.

Este breve repaso por la historia nos ha llevado de la mano hasta el momento en el que estamos… hasta el momento en el que un malagueño de adopción os ha dado la castaña con un pregón que se siente honrado de pronunciar, pero que, antes de que pase la cosa de castaño a oscuro y decidáis darme para castañas, vamos a ir pensando en acabar.

Quizás estaréis conmigo en que cualquier parecido entre lo que os acabo de contar y un pregón tradicional es el mismo que entre un huevo y una castaña, pero sí que os puedo asegurar que son palabras del corazón, y que el compartir esas batatas, ese anís y, sobre todo, esas castañas con todos vosotros me llena el alma de regocijo, y me traslada a cuando iba por la calle siendo niño con un cucurucho de castañas asadas calientes, deseando llegar a casa mientras caminaba por unas calles que empezaban a hacer preparativos para recibir a la Navidad, a tiempos despreocupados y jubilosos, sensaciones que con eventos como el de hoy espero poder trasladar también a mi hija, de igual forma que vosotros perpetuáis la tradición para las generaciones venideras.

Sin más, gracias Alcaucín, gracias tiznaos, gracias alcaucimeños, gracias por ser guardianes de tradiciones, gracias, en fin, por ser como sois. ¡Toma castaña!”