Hoy estamos de celebración. Una celebración que nace del orgullo.
Del orgullo de llamarnos malagueños, independientemente del rincón de la provincia en el que hayamos nacido, de ser mucho más lo que nos une que lo que nos separa, y de poder ponernos todos y cada uno detrás de una bandera blanca y azul. ¡Qué necesidad hay de exportar este sentimiento, en tiempos de reivindicación del terruño!
Del orgullo de ser tierra de acogida, porque no solo nos llamamos malagueños los que nacemos aquí. Tenemos la gran suerte de contar con numerosos malagueños de adopción que hacen suya esta tierra y trasladan su proyecto vital a este rincón.
Del orgullo de ser una tierra rica en diversidad, que desde las montañas se abre al mar, donde el Sol encuentra su refugio incluso en época invernal, donde el viento y el agua confluyen para crear verdaderos paraísos como los que encontramos, por ejemplo, en el Torcal de Antequera o en el Desfiladero de los Gaitanes, donde la Luna juega con el mar para dibujar caminos en el agua que invitan a ser recorridos, como nuestras jábegas hicieron en la antigüedad y siguen haciendo hoy.
Montaña, mar, Sol, Luna, viento, agua, dioses antiguos que se resisten a abandonar nuestra Málaga. Y nos encontramos en un lugar especialmente significativo. En efecto, hace ya no pocos milenios que nuestros antecesores y nuestros parientes Neanderthales hollaban ya estos pagos, pues nos encontramos muy cerca del Boquete de Zafarraya. Quizás, solo quizás, habida cuenta de la adoración que se les profesó en esta tierra por aquellos primeros moradores, mantienen su arraigo en la actualidad convirtiendo nuestra provincia en un paraíso terrenal, del que con justicia no podemos sino sentirnos orgullosos.
Nos encontramos en uno de los enclaves en los que la actividad humana en la provincia de Málaga data de más tiempo. Y además, la comarca axárquica acumula tal número de bondades que esta presencia del hombre ha sido continuada a lo largo de la historia. De hecho, desde la presencia documentada de Neanderthales, en la Axarquía se han congregado fenicios, romanos, almohades, castellanos… así todo un rosario de pueblos distintos hasta que dichas distinciones perdieron su sentido y pasamos a hablar de malagueños, independientemente de su origen.
A lo largo de la historia, Alcaucín ha sido parada casi obligada para cualquier viajero. En sus calles, sus posadas y sus buenas gentes, encontraban reposo en su camino hacia Granada en la transitada ruta de la costa a la capital vecina por Alhama.
Porque La Axarquía es una comarca rica en muchos aspectos:
Rica en gastronomía! famosos y variados son los platos típicos de la zona, desde los «pescaítos fritos» de la costa hasta el chivo que justamente da fama a la cercana localidad de Canillas de Aceituno, pasando por el potaje de hinojos o los típicamente malagueños emblanco, ajoblanco o gazpachuelo. O, típico de la Axarquía, la uva pasa, recientemente nombrada Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial y que pasea el nombre de nuestra provincia por todo el mundo.
Rica en historia! desde la ya comentada presencia neanderthal justo aquí al lado, pasando por la posterior expansión comercial de la región de Mainake de la mano de los fenicios o la presencia de los cartagineses y los romanos, hasta la presencia continuada de siglos de los árabes, a la que puso punto final la batalla de la Axarquía en 1487 por la que cayeron bajo dominio de los Reyes Católicos los castillos de Zalía en Alcaucín, el de Bentomiz en la vecina Arenas o la Fortaleza de Vélez. Muchos y variados son los testimonios que esta región atesora de toda esta presencia de distintas civilizaciones. Además, cuna de nuestro insigne Bernardo de Gálvez y escenario de visitas del máximo exponente de las letras españolas, Miguel de Cervantes, en su desempeño profesional como recaudador de impuestos.
Rica en cultura! Porque además de los numerosos restos de las distintas civilizaciones que se han asentado en esta tierra, la oferta cultural de la Axarquía es variada y rica. Sirvan como ejemplo el Museo Arqueológico de Frigiliana, el proyecto en curso del Centro de Interpretación del Neanderthal de Alcaucín, el Museo de la Miel de Colmenar, el Museo Morisco de Sayalonga o el proyectado Museo de la Pasa de Almáchar en el que se ha implicado la Diputación Provincial de Málaga. Son tan solo unos exponentes sin ánimo de exhaustividad de lo que puede ofrecer esta comarca en cuanto a oferta cultural, sin obviar otras rutas que entremezclan lo cultural, lo tradicional y lo gastronómico y que giran en torno a otros tesoros inmateriales como el aceite, el vino, el aguacate o la pasa.
Rica en patrimonio natural: la inmensa riqueza que atesora la comarca axárquica encuentra uno de sus máximos exponentes en sus variados paisajes, que engloban desde la frondosidad del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama en el que nos encontramos hasta los abruptos, prístinos y salvajes Acantilados de Maro – Cerro Gordo, calificados como paraje natural, y pasando por el desafío que supone para el excursionista el comúnmente llamado Pico de la Maroma, frontera natural con la provincia de Granada, el conocido como el otro Caminito del Rey de “El Saltillo”, o la popular travesía por el cauce del río Chillar.
Rica en tradiciones: puesto que la Axarquía se ha erigido en garante de tradiciones arraigadas en nuestra provincia, que hunden sus raíces en acontecimientos históricos o en expresiones de la cultura popular que se celebran desde tiempos inmemoriales, tales como la recreación de la batalla de Pensacola en Macharaviaya, cuna de Bernardo de Gálvez, el Paso de Riogordo, o las Fiestas de la Vírgen del Carmen del Rincón de la Victoria, que dan testimonio de la fuerte tradición marinera de toda la costa axárquica. De igual forma, son dignos de reseña los Encuentros de Pandas de Verdiales de Benagalbón u otras que enraízan con productos típicos de la tierra como la Fiesta de las Migas en Torrox o la Fiesta de la Castaña aquí en Alcaucín.
Como vemos con estos ejemplos, y otros tantos que se han quedado fuera de la relación no por menor importancia sino en aras de la brevedad, la Axarquía, al igual que la provincia de Málaga, ofrece una vasta y variada oferta de posibilidades de ocupar el tiempo tanto para los residentes como para los numerosos visitantes que vienen a esta nuestra tierra.
Antes lo hemos dicho, somos una tierra de acogida, una tierra privilegiada desde muchos y variados puntos de vista cuyos atractivos todo aquel que nos visita, si quiera brevemente, no deja de apreciar. Y muchos de estos visitantes llevan ese aprecio más allá: muchos se enamoran de nuestra tierra y nuestras gentes, y fruto de ese amor se establece una relación duradera. Muchos de ellos se asientan aquí, y desde que lo hacen se hacen uno más de nosotros, aquí tenemos el más claro ejemplo, nuestro alcalde belga-malagueño, y que puedo dar fe de que defiende los intereses de su pueblo y sus vecinos de manera firme, constante y continuada en la Diputación. Y es que los malagueños somos así: nacemos donde queremos… y eso es hasta bueno.
Yo soy del valle del limón, cartameña por los cuatro costados y paseo la bandera de mi casa con orgullo. Pero también les digo que a lo largo de estos cuatro años he tenido no el deber, que también, sino el inmenso placer de visitar los 103 trozos de paraíso que tenemos en nuestra provincia, y puedo decir que me he sentido en todos en mi casa, como de hecho lo estaba.
En estos días finales de un mandato que he disfrutado y en el que me he esforzado por defender los intereses de los malagueños, permítanme que admita mi limitación a la hora de poder expresar con palabras lo que siento por Málaga y lo que esta tierra tiene para ofrecer.
Dado que el mandato recibido ya se acaba, permítanme aprovechar esta tribuna para mostrarles, a ustedes y a todos los malagueños, mi agradecimiento, agradecimiento por haberme brindado el privilegio de conocer muchos de los rincones de nuestra provincia y sus buenas gentes, de prestarme su confianza para representarlos, y les ruego acepten mi compromiso, el compromiso de dejarme la piel, como siempre he hecho, en defensa de los intereses de nuestra Málaga y de los malagueños allá donde mi labor política me lleve en el futuro.
Por ello, con doble motivo, permítanme apoyarme en los hombros de un gigante malagueño que para acabar mi intervención y que utilice palabras del maestro de maestros, porque el sentimiento expresado en su poemaBiografía entiendo y hago mío ahora que por defender los intereses de los malagueños he de pasar parte de mi tiempo lejos de esta tierra, y como homenaje a nuestro gran Manuel Alcántara, otro de los grandes hombres que nuestra Málaga ha regalado al patrimonio de la humanidad y del que muy recientemente hemos tenido que despedirnos resignados, con un nudo en el corazón y dejando un vacío en el alma:
Lo mejor del recuerdo es el olvido…
Málaga naufragaba y emergía…
Manuel, junto a la mar, desentendido;
yo era un niño jugando a la alegría.
Ahora juego a todo lo que obliga
la impuesta profesión de ser humano,
y a veces, al final de la fatiga,
enseño a andar palabras de la mano.
Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza;
cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido
y a gritos no se alcanza.
(Dentro de poco se dirá que fuiste,
que alguien llamado así, vivió y amaba…)
Ser hombre es una larga historia triste
y un buen día se acaba.
Desde mis veinticinco historias vengo.
Nada me importó nada.
Pero cualquier capítulo lo tengo
miniado en letra triste y colorada.
Un hombre hecho y deshecho
os habla. Soy distinto cada año.
Tengo un desconocido por el pecho.
Sí. Miradme a los versos. No os engaño.
Tengo el sombrío bosque de la frente
esperando que llueva;
mientras, el alma suena bajo el puente,
y cuando el alma suena es que a Dios lleva.
Vuelvo a andar el camino desandado
y en mi paso resuenan las cadenas.
Recuerda el corazón acostumbrado…,
¡qué buen fisonomista de las penas!
Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor… Siempre me pierdo…
Amor, duda, esperanza… Siempre vienen…
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.
Lo mejor del recuerdo es el olvido…
Málaga naufragaba y emergía…
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.
Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.