Y es esa libertad la que me legitima a tomar las decisiones, dentro del marco de la convivencia y el respeto legal, que como adulta me corresponden. Una libertad e igualdad a la que tan solo estoy dispuesta a renunciar voluntariamente y en sus perfiles por decisión propia o como consecuencia de aceptar que vivo en un estado de derecho (garantista de mis derechos y exigente de mis obligaciones). Pero a veces el río de la vida deja escoria sin drenar en su ribera.
Como cuando un “hombre”, perdón, he sido demasiado generosa, individuo, pretende IMPONER la satisfacción de sus deseos sexuales a una mujer basándose en una posición de superioridad. Aquí la libertad y la dignidad son atacadas con la alevosía de un ambiente laboral intimidatorio, degradante y ofensivo.
Me niego a generalizar el género, y hacer de esto una pretendida confrontación ideológica, pero los hechos son lo que son. Y desgraciadamente hemos sido testigos directos de muchos de ellos. El último estudio al respecto de la Unión Europea del año 2016 apunta a que al menos el 38% de las mujeres entre 18 y 29 años habían sufrido acoso por razón de género en el último año.
Quizás el más intenso de los movimientos de denuncia- repulsa a este tipo de comportamientos ha sido el movimiento “Mee too”. Una denuncia pública de un sorprendente número de mujeres que desgraciadamente tenían causa común, vieron cómo su proyección laboral o su propio trabajo dependía del cumplimiento y satisfacción de la materialización del deseo sexual de un superior. Una coacción, un ejercicio totalitario, déspota e inhumano de una situación de superioridad cuyo silencio viene engrilletado a la supervivencia de un puesto o proyección laboral.
Evidentemente, este tipo de violencia contra las mujeres no entiende de clases, ámbito, ni país.
No es una lucha de géneros, es una lucha por la defensa de la libertad y la igualdad. Una lucha para repeler el repulsivo acto de una pretendida imposición sexual que atenta a la dignidad y lesiona la integridad de una mujer y que adquiere su máxima crueldad cuando esta violencia es ejercida en menores, produciendo un drástico golpe al adecuado desarrollo personal.
Es necesario el compromiso de todos para erradicar estas deplorables actitudes. He sido afortunada, ni dentro ni fuera de la política, ningún compañero o superior ha intentado NUNCA, someterme . Pero como abogada sí he sido conocedora de primera mano de situaciones de este tipo de violencia. Por ello, agradezco enormemente que se visibilice y ponga el foco en este tipo de violencia. Desde el gobierno andaluz la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación ha tomado las riendas en este asunto mediante la realización por parte del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) de una campaña de sensibilización e información “Digámoslo alto y claro” . Una campaña cuyo objetivo es poner fin a estas situaciones de acoso laboral. Pero aun más agradecida a las empresas y sindicatos que ya están comprometidas en trabajar para promover empresas libres de acoso sexual. Una lucha trasversal y que, como no podía ser de otra forma, cuenta con el apoyo y compromiso de la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo autónomo.
El éxito de nuestra sociedad estará en acabar con estas actitudes individuales para alcanzar la igualdad de género y conseguir un entorno laboral libre de acoso sexual y acoso por razón de sexo. Por ello, el gran éxito de la convocatoria y el compromiso de las entidades involucradas es muestra, una vez más, de la repulsa de estas actitudes y del compromiso de toda la sociedad para acabar con ellas.
Nos toca, “Digámoslo alto y claro”.
Artículo de opinión de Teresa Pardo en Málaga Actualidad (6-02-2020)