Cuando escribo estas letras mi hija está al lado preparando un examen, el hermano, que divisa esa barrera algo más lejana, juega al ajedrez con una de las miles de aplicaciones en la Tablet. Eso creo, porque mi atención, como la de todos, no puede ni debe ser plena. Hay que dar un poco de margen a la confianza.
Hay silencio, salvo algún “quejío” de frustración porque le come un peón, la dama… ¡lo importante es que no se rinde!
Básicamente, en su hogar, son felices. Eso me reconforta.
Pero no siempre, ni para todos los niños es así.
Una frase con las que sentencio y nutro, a partes iguales, es la necesidad de agradecer a la vida. “No sabemos la suerte que tenemos de haber nacido donde lo hemos hecho!”
A kilómetros de aquí las madres se embarcan junto a sus hijos, a veces bebés, con la única certeza de que ese mar solo les reportará dos resultados. “Otra” vida… o la muerte.
O ver cómo un niño de casi la edad de los míos es abandonado en la frontera de un desierto ante una mínima posibilidad de poder tener futuro “mejor”.
¿Nos podemos siquiera imaginar el grado de desesperación para hacerlo? No.
Y no lo hacemos porque no llegamos a entender siquiera por un segundo la situación y grado de desesperación que arrastra esa decisión tan descerebradamente humana.
Aquí es absolutamente distinto. Nuestros hijos tienen más posibilidades y ciertamente un mejor futuro. Pero no siempre se nace en un hogar rodeado de situaciones idóneas, tanto afectivas como económicas, y en circunstancias para un desarrollo idóneo. Aún queda por hacer.
Prueba de ello es que el 24 de marzo el Gobierno de Ciudadanos trajo a sede parlamentaria la primera fase del trámite de la Ley de Infancia y Adolescencia de Andalucía. Un trámite que recibió el apoyo de todos… excepto de Vox.
Una ley que pretende ser garante del bienestar de la infancia y de su desarrollo integral y consolidar los derechos de los niños y niñas adolescentes, procurando evitar desigualdades y situaciones discriminatorias y, cómo no, abarcar políticas para afrontar y gestionar los espacios virtuales. Algo absolutamente urgente en estos momentos.
Eso nos da idea de que aún nos queda mucho para poder ser garantes de futuro. Y son prueba de que no solo las políticas valen. La inclusión y el compromiso de todos es absolutamente indispensable.
Nos da muestra de la absoluta necesidad del reconocimiento a la familia como institución fundamental en nuestra sociedad para el desarrollo personal, y de ahí, de ese puerto, todo lo demás, comunidad educativa, políticas, organizaciones, asociaciones…
Una norma que será manto de protección no solo a los más dignos de ella, los menores, sino especialmente a los más vulnerables. Destinada no solo al ahora, sino al todo, desenvolviendo y orientando las políticas públicas al desarrollo integral de los menores, especialmente a los que están en una situación de especial vulnerabilidad.
Una Ley que, como no puede ser de otra forma, está respaldada por la pionera inclusión de la perspectiva de infancia en los presupuestos andaluces.
Y que parte de la humildad de ceder el paso al diálogo de más de una veintena de entidades, organismos y profesionales.
Y es ahí, en el diálogo, el consenso y en la orientación de esta protección, donde debiéramos estar todos.
Liderar la protección del futuro de nuestros menores es una obligación de todos, sin excepción.
Por eso es ahí donde encontrarán a Ciudadanos. Trabajando para asentar garantías de futuro en nuestra tierra.
La Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, una consejería de Ciudadanos, ha dado una inmensa zancada en la protección a los menores en Andalucía con esta Ley.
Esta Ley abraza el futuro de todos aquellos niños que no han tenido la suerte de criarse en el calor de un “hogar”.
Artículo de Teresa Pardo publicado en Málaga Actualidad (13-04-2021)