En los últimos años estamos viviendo el descrédito de la política y el gran hastío de la ciudadanía con los partidos políticos y sus casos de corrupción. PP y PSOE han protagonizado vergonzosos casos de corrupción que, además, se han empeñado en tapar. El hartazgo de los ciudadanos no viene sólo de la corrupción sino que también procede de la falta de autocrítica de los viejos partidos, del capitalismo de amiguetes que ha predominado (y sigue vigente hoy) en la gestión pública, de la burocracia que impregna nuestras administraciones y de la gestión pública a espaldas de la ciudadanía. En Andalucía tenemos en abundancia de todo esto.
Por ello los andaluces se han expresado con una caída en las urnas para el bipartidismo en las dos últimas elecciones andaluzas y han acumulado una pérdida de casi el 40% de su electorado (de los 2,2 millones de votos que obtuvo el PSOE en 2008, ha perdido 800.000 hasta 2015, mientras el PP ha perdido 700.000 de los 1,7 millones de votos de 2008). El hastío de los andaluces ante la incapacidad del bipartidismo para resolver los problemas de la sociedad andaluza tiene sus efectos en un país democrático. Y, según los sondeos publicados, esa tendencia bajista continuará en estas elecciones andaluzas.
En 2015 Ciudadanos agitó el tablero político con sólo 9 diputados de los 109 que componen la cámara andaluza. Hasta entonces no existía debate sobre las verdaderas preocupaciones de los andaluces. A modo de ejemplo, durante la legislatura 2012-15 no se debatió ni registró ninguna iniciativa sobre el impuesto de sucesiones. Algo tan injusto para los andaluces no interesaba a los partidos, por increíble que parezca a la vista de lo acontecido en la legislatura que acaba de finalizar. Desde la llegada de Cs, no sólo se debatió sino que consiguió suprimir una flagrante injusticia para los andaluces con dos reformas fiscales entre 2015 y 2018.
El próximo 2 de diciembre Ciudadanos sale a ganar las elecciones. Sin complejos, sabiendo que el cambio en Andalucía es posible y que sólo Ciudadanos tiene un proyecto reformista, positivo e ilusionante, basado en las demandas de la ciudadanía. Porque nuestros afiliados proceden de la sociedad civil, no de la política de cuna.
En Andalucía se respiran ganas de cambio, ganas de expresar en el voto un hartazgo con los partidos políticos, que no han sido herramientas útiles para los 8,5 millones de andaluces. Hay ganas de votar con ilusión por el progreso de nuestra tierra. Y ya hay una opción política centrada a la que los andaluces pueden votar sin taparse la nariz. El cambio desde el centro viene ya.